El Aikido es un arte tradicional japonés que proviene de las disciplinas marciales. Sin embargo lejos del espíritu de lucha y violencia su propósito es el de buscar la resolución del conflicto de una forma constructiva, propone un trabajo personal orientado a la superación del dualismo, la aceptación y el autocontrol.
Abordamos la práctica del Aikido desde una perspectiva tan alejada de la práctica deportiva como de la auto-defensa. La marcialidad del Aikido nos provee de la presencia del conflicto, siempre presente en la vida, que debemos resolver en clave de Aikido, sin violencia o frustración integrándolo en un único gesto que comprenda al practicante en su totalidad y en una actitud correcta: respiración, centro, mirada, atención, aceptación.
Estas son características del gesto justo y limpio que constituye la finalidad de nuestra práctica.
A continuación un texto de Mitsugi Saotome, discipulo de Morihei Ueshiba.
El Dojo, oasis espiritual.
En Aikido no se gana. Al querer ganar, perdéis y hacéis perder a vuestro compañero. Si creéis que la vida es pura competición, jamás ganareis pues no estáis libres de la muerte. Pero, si percibís la vida como un proceso de creación universal, llegaréis a ser eternos, ya que formaréis parte del proceso. Si consideráis que el desarrollo del cuerpo y la mente es el preludio del crecimiento espiritual, vuestra fuerza será eterna.
El espíritu de desafío no supone un espíritu competitivo. El mayor desafío consiste en desafiarse a uno mismo. No debéis pasaros la vida buscando seguridad. Si vuestro cuerpo está cubierto por un caparazón, seréis incapaces de moveros, de batiros, de protegeros y proteger a los demás. Jamás sentiréis el calor del sol en la piel, ni las agujas heladas de la lluvia en invierno. La alegría y la libertad se esfumarán.
Si pasáis vuestra vida en una cueva, en una gruta al pie de la montaña, solo veréis oscuridad. La experiencia será limitada y no tendréis la estimulación de la dulce violencia de la evolución y del crecimiento. Abandonad la seguridad y escalad la montaña, cada vez que pongáis un pie en la cumbre vuestra experiencia y habilidad se enriquecerán. De pie, de cara al viento y el sol, con la nieve abrasando vuestro corazón, contemplaréis la inmensidad del Universo. Alcanzaréis las galaxias y tal vez tocaréis la esencia divina.
El Aikido implica desafío y sacrificio. Es el poder y la fuerza de un espíritu independiente. Un espíritu dependiente es débil pues no es capaz de sacrificar su ego y su codicia. Para ser verdaderamente independiente y saborear el reto de la libertad, el espíritu debe estar vacío.
A pesar de sentir frío y temor, estáis intensamente vivos. Al escalar una montaña helada, padeciendo hambre, frío y agotamiento, estáis solos con el ruido del viento. Si os rendís, moriréis. Incluso si solo avanzáis un centímetro al día, continúa vuestra lucha. La vida es una roca dura y solitaria. No dependáis más que de vosotros mismos. He aquí el sentido del Aikido. Este es mi mundo del Aikido: la búsqueda de la cumbre de la montaña.
Mitsugi Saotome. Aikido, o la armonia de la naturaleza. Kairós. 1993.
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